Manifiesto al mundo del 20 de Noviembre de 1999
Por Pelegrín Castillo Semán
El pueblo dominicano desea mantener relaciones armónicas y constructivas con el pueblo haitiano. Deploramos con tristeza la pobreza extrema que padece la mayoría de su población, así como el dramático deterioro de sus recursos naturales. Nos inquieta su compleja crisis política, que difi- culta los esfuerzos para estabilizar sus instituciones. Observamos con preocupación cómo la comunidad internacional que intervino a Haití hace cinco años bajo los auspicios de las Naciones Unidas para restaurar su incipien- te democracia el progreso integral de su población, en la actualidad evidencia –en especial los países con obligaciones históricas con Haití– la irresponsable tendencia de abandonar a su suerte la Patria de Toussaint Louverture, sin cumplir con los compromisos contraídos en ese sentido.
Esta delicada situación viene gravitando en forma adversa sobre la República Dominicana, al incrementarse las presiones migratorias hacia su territorio, que ya alberga un gran número de haitianos en situación de ilegalidad, sobre todo a partir de la crisis política experimentada por Haití en 1991, y luego de que Estados Unidos de Norteamérica, aplicando su inmenso poder, demostrara su disposición de impedir el arribo a sus costas de refugiados provenientes de la vecina nación.
Los dominicanos tenemos fundados motivos de preocupación al constatar cómo organismos internacionales vienen ejerciendo presiones inaceptables para coartar el legítimo derecho del Estado de repatriar ilegales haitianos a su país, así como proponiendo fórmulas relativas a su estatus jurídico que sólo pueden decidir los poderes públicos nacionales.
Circunstancias como las señaladas, autorizan a los dominicanos a interpretar que los grandes centros de poder mundial pretenden que República Dominicana asuma sola la solución de los graves problemas del pueblo haitiano, con todas las consecuencias negativas que tendría sobre su potencial de desarrollo y su identidad nacional, lo que resulta inaceptable.
El pueblo dominicano ha logrado notables avances en muchos órdenes y ha demostrado su deseo de paz, su apego a la democracia y a la libertad, sus ansias de progreso. Sin embargo, seguimos confrontando serios problemas de po- breza y desigualdad, así como debilidades institucionales diversas. Sus recursos productivos son escasos como creciente la densidad de su población.
Desde que se desató la crisis en la vecina nación, ningún pueblo como el dominicano, en la región del Caribe y el mundo, ha tenido una actitud de mayor cooperación y tolerancia con la inmigración haitiana, no obstante nuestras profundas diferencias y los efectos desfavorables de la misma en muchos órdenes. Sería una verdadera iniquidad, que enfrentaríamos sin contemplaciones, tratar de imponernos una cuota mayor de sacrificios, sobre todo cuando las nacio- nes que más deben y más pueden, como es caso de los Estados Unidos de Norteamérica, Francia y Canadá, rehuyen cumplir cabalmente sus compromisos con Haití.
Conscientes de los graves riesgos que esta situación genera para la paz y la estabilidad en nuestro país, la isla de Santo Domingo y la Región del Caribe, los dominicanos hemos emprendido esta jornada de unidad nacional, dejando de lado todas nuestras diferencias, inspirados en los ideales del Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, con el propósito de reclamar de la comunidad internacional y sus organizaciones representativas, así como al Grupo de Países Amigos de Haití, un genuino y sostenido esfuerzo que levante a esa nación del lamentable estado de postración en que se encuentra, sin menoscabo de su dignidad e integridad.
Creemos que las gestas libertarias libradas por Haití contra el colonialismo y la esclavitud en el momento de su fundación, tienen una significación especial en la historia del Continente y del mundo, que le hacen merecedor del mejor de los destinos.
Los dominicanos estaremos dispuestos a brindar nuestra mayor cooperación a cualquier esfuerzo que emprenda la comunidad internacional para auxiliar a Haití. Nos movería tanto el sentido de solidaridad con la vecina nación, como la clara conciencia de que ningún país se beneficiaría tanto como el nuestro de su recuperación, estabilidad y progreso.
Puesta nuestra fe en Dios, tenemos la esperanza de que este mensaje de razón será compartido por todos los hombres y mujeres del mundo que tienen conciencia recta y corazón generoso. Los dos pueblos que comparten la Isla de Santo Domingo tienen derecho a una existencia mejor, preservando sus respectivas culturas, manteniendo una convivencia pacífica, afianzando un orden de libertad y democracia, impulsando un esfuerzo firme de desarrollo integral. Esta legítima aspiración sólo podrá realizarse eficazmente con un sólido compromiso multilateral con el porvenir de Haití, que evite el surgimiento de situaciones de conflicto que nadie en absoluto desea.
Por todo lo antes expuesto, las instituciones y personas firmantes del presente documento, exigimos a la Comunidad Internacional, a sus organismos representativos, entiéndase la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización de Estados Americanos (OEA), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial, la Asociación de Estados del Caribe y muy particularmente a los Estados Unidos de Norteamérica, Francia, Canadá, y la Unión Eu- ropea, el cumplimiento de sus compromisos con la democracia, el progreso y el desarrollo de Haití.
El Dr. Pelegrin Castillo, 1er vicepresidente de la FNP, Ex ministro de Energias y Minas, y Ex diputado de la RD.