Por Emilia Santos Frías
La radio afecta a la gente de una forma muy íntima, de tú a tú, y ofrece todo un mundo de comunicación silenciosa entre el locutor y el oyente, afirmaba el erudito sociólogo de la comunicación, Marshall McLuhan; visionario de la presente y futura sociedad de la información; recordado por haber acuñado entre los años 1960 y 1970, el concepto aldea global, para describir la interconexión humana a escala global generada por los medios electrónicos de comunicación, hoy en boga en este Siglo XXI, Era de la Tecnología, donde otro de sus axiomas: el medio es el mensaje, ha dado en la diana.
Sus proverbios son propicios para en estas líneas hacer referencia a la lastimosa situación que atraviesa actualmente, la radio dominicana. Contrario al deleite que sentíamos hace décadas al escuchar a nuestras locutoras y locutores. Ellas y ellos constituían estampas en la correcta comunicación. Por lo que, no hay comparación alguna con quienes hoy se ganan la vida con su voz; con el aparato fonador, pero que, por inobservancia a la buena costumbre; norma; descuido o carencia formativa, hacen uso incorrecto del arte del bien decir.
El locutor, la locutora: el que habla, de la vieja guardia era un gramático, que, con sus habilidades, valentía y técnicas del buen conversar, hacía tributos a la garantía de las libertades públicas. ¡Se casaron con la gloria, al luchar por la soberanía de nuestra patria y la democracia nacional en todas las gestas patrióticas!; conquistas que costaron excesiva sangre de los hombres y las mujeres de buena voluntad, verbigracia: la Revolución del 24 de Abril de 1965, donde 32 voces desde la emisora Constitucionalista, ubicada en el edificio Copello, ocuparon un lugar de vanguardia en la trinchera del honor, siendo soldados de la palabra, con la que, convencieron y convocaron al pueblo a la justa lucha patriótica.
Asimismo, a los locutores y las locutoras de las décadas de los 70, 80 y 90, era exquisito escucharle. Pero, lo que ocurre hoy, en gran medida, salvo escasas excepciones, es desgarrador. Muchas voces profanan el idioma; lanzan injuria hacia la población oyente; vulneran derechos inherentes de las personas. No educan ni orientan, aunque sí informan la descomposición social e involución que exhibe la sociedad, con su estilo y expresión. Situación que cada presentador está llamado a reducir, mediante trabajo serio, entretenido, educador…, en fin, garantista, que robustezca nuestros rasgos autóctonos, características poblacionales, el folklore y la cultura dominicana.
Pero no, sencillamente, fomentan retraso social, y propician con sus acciones ligeras, cargadas de falta de tacto y carentes de planificación para ofrecer servicio óptimo al país, a nuestra gente,violencia de todo tipo. ¡Ay Teo Veras, qué falta haces!. ¿Quién podrá adecentar la radio dominicana?, ¿tendrá vela en ese entierro la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía?
Las voces de ayer, entendían su compromiso social, individual y colectivo. Eran personas que procuraban en la generalidad, la formación sistemática; inquietas; actualizadas; ataviadas más allá del lienzo, de conocimiento. A pesar del bajo salario devengado por jornada laboral. Entendían la responsabilidad que tenían en sus hombros para alcanzar desarrollo sostenible en su nación; ejercitar y disfrutar de derechos plenamente, al tiempo de contribuir al ejercicio ciudadano de los deberes. En la actualidad los intrusistas, personas mal formadas y enganchadas…, también permean la otrora noble Locución dominicana; quienes parecen disfrutar al hacer afrenta a nuestro idioma, valores, y derechos fundamentales, con su deficiente e incorrecta expresión.
Gracias al Padre, aún tenemos al aire programa tan bien hecho como Matutino Alternativo, que gestiona la destacada jurista y escritora Carmen Imbert Brugal, entre unos pocos más, aunque exiguos. Pero, todavía podemos disfrutar las voces de doña María Cristina Camilo, pionera; el maestro Osvaldo Cepeda y Cepeda; don Ercilio Veloz Burgos, gramático comunicador; Félix Victorino; la maestra Lissette Selman; Zoila Luna; Miralba Ruiz; Luis Manuel Aguiló; Miguel Susana, Néstor Estévez; Carlos Almánzar…, y de la nueva generación Hony Estrella, Reynaldo Infante…, entre otros que nos llenan de orgullo cuando los escuchamos hablar.
¿Cómo sanearemos la radio dominicana? Es difícil escuchar hoy a los mal llamados comentaristas, animadores, narradores, y ni hablar de quienes con falta de formación intentan hacer maestrías de ceremonias, !uf!. Asiste a las escuelas, a las y los profesionales de la anterior y presente generación, hacer aportes urgentes para encauzar correcta transformación en el arte de hablar.
De igual forma, a los gremios profesionales, para lograr una Locución que se ejerza desde los valores y la educación. Hagamos nuestra, la recomendación del activista social y defensor de los derechos humanos, Martin Luther King: dar el primer paso ahora. No es necesario ver el camino completo, como nos decía este docto, pero demos el primer paso. El resto irá apareciendo a medida que caminemos juntos.
Si deseamos a conciencia hacer cambios profundos para exhibir una sociedad con altos niveles de salud social, progreso y hermandad entre pobladores, este es el momento para adecentar la Locución dominicana o seguiremos pagando el precio que reviste la involución educativa, específicamente con las acciones de nuestra juventud.
Si realmente queremos enriquecer la cultura de la nación y con ella transformar la mente y el alma de la gente, debemos de inmediato volar alto, como dice la canción. La sociedad actual muestra condiciones favorables para hacerlo. Además, existe buena voluntad en quienes administran la cosa pública, las academias y la comunidad profesional, pues en este siglo de la digitalización tenemos esperanzas de salir del subdesarrollo; en el caso de nuestra nación, y eso solo se consigue con educación. Por eso, hoy y ahora, “…amigo aprovecha el viento, mientras sople a tu favor, que el aire te lleve lejos, cuanto más lejos mejor…”. Elevemos y legemos mejor acervo cultural a las futuras generaciones.